En busca de vida extraterrestre

- Él tiene la culpa de todo, él con esa carita arrugada y ese dedo linterna apuntando al cielo mientras balbucea "mi casa, teléfono". Spielberg con su ET, y el resto de escritores y cineastas han inoculado en el imaginario colectivo la imagen de unos extraterrestres que dan mucho juego. Tan pronto salvan al planeta como lo dejan hecho añicos, tan pronto se integran con los terrícolas como se los meriendan. Pero no, la vida que los científicos imaginan en el entorno próximo a la Tierra quizá habite en situaciones extremas, quizá no produzca oxígeno, sino carbono, y, por supuesto, ni camina, ni habla, ni maneja el Halcón Milenario. El Instituto Astrofísico de Canarias (IAC), junto al Observatorio de Ginebra y otros centros de investigación, se propone completar en una década un censo de planetas similares al nuestro para entender cómo pudo surgir la vida en la Tierra y qué le espera si seguimos agrediéndola como hasta ahora.

Cuando Michel Mayor y Didier Queloz descubrieron el primer planeta como Júpiter alrededor de una estrella, en 1995, científicos del IAC, entre los que se encontraba Rafael Rebolo, hallaron la primera enana marrón. Dos años después, el científico organizó un congreso en Tenerife al que invitó a los dos astrofísicos suizos y a sus adversarios, quienes ponían en tela de juicio su descubrimiento. "Creo que aquí se discutió en profundidad y la conclusión es que, con mucha probabilidad, habían descubierto un planeta", explica Rebolo, que, desde aquella ocasión, inició una amistad y una estrecha colaboración con Mayor y Queloz en busca de gemelos de la Tierra. "Trabajamos en la detección de tierras, en un proyecto que se llama Expreso. De momento, estamos en una fase de búsqueda de atmósferas con parámetros físicos y químicos parecidos a los nuestros", señala Rebolo. Eso no quiere decir, como ha aclarado esta semana el IAC, que todos los planetas con características parecidas al azul tengan su misma atmósfera, ya que pueden ser muy distintas entre sí.

"Lo primero que se hace es una determinación física. A qué distancia está el planeta de la estrella, cuánto tiempo tarda en dar una vuelta, qué temperatura tiene la superficie, ¿el agua estaría en fase líquida o sólida? La siguiente pregunta es cuál es la composición química de la atmósfera. Ahí estamos aún en los albores. La composición química es muy difícil de detectar, porque estamos muy lejos y son objetos muy pequeños. Para esta década, el objetivo es hacer un censo de las estrellas que tienen planetas como el nuestro próximas al Sol, las de nuestro barrio", agrega Rafael Rebolo.

Hasta ahora, los científicos han encontrado lo que se llaman Supertierras. "El satélite Keppler sugiere el descubrimiento de planetas que serían como el nuestro, en condiciones de temperatura similar, pero la confirmación de esto va a requerir algunos años de investigaciones. Además están lejísimos", argumenta el astrofísico, que recuerda que en su proyecto se intenta censar a las tierras que estén relativamente cerca de nuestro sistema solar.

Pero, ¿esos planetas podrían albergar vida? "Hasta que no tengamos un colectivo grande, unos 100 candidatos, no podremos investigarlos con más detalle. Para eso habrán de pasar unos diez años, cuando el telescopio espacial que sucederá al Hubble esté operativo. Este podrá caracterizar alguno de estos planetas y, a partir de ahí, iniciar un proceso de observación para saber la proporción de oxígeno, así como indicadores moleculares que podrían sugerir la existencia de actividad biológica", detalla. Es decir, que con los actuales telescopios, investigar las composiciones de las atmósferas va a ser casi imposible.

Eclipses

Lo que está claro es que no se puede ir a recoger muestras a la superficie de estos planetas, ni investigar sus atmósferas in situ. Entonces, ¿cómo se hace? "Hay que buscar esta información en planetas que produzcan eclipses de su estrella. Que el planeta se interponga entre la estrella y nosotros, y el eclipse. En el momento, podemos tomar datos que nos den información acerca de la luz absorbida por la atmósfera del planeta. Luego, cuando comparas esos datos con los del momento en el que el planeta ya no está eclipsado, somos capaces de identificar moléculas en la atmósfera". ¿Magia? No, ciencia.

Esto se ha hecho, por ejemplo, con Júpiter, y se ha comprobado que tiene agua en forma de vapor, monóxido de carbono, varias moléculas sencillas y algunos elementos como el sodio o el potasio. "Este tipo de experimentos sí se están haciendo con el Gran Telescopio de Canarias, pero cuando los planetas son tan pequeños como la Tierra, la cantidad de luz que se recibe es 100 veces menor y hacen falta aparatos más potentes", agrega.

Utilidad

Cuando los terrícolas entendamos las atmósferas de esos 100 planetas, los científicos harán multitud de estudios útiles para nuestra supervivencia. "Por ejemplo, cómo puede ser la evolución climática. Cuando uno ya tiene sistemas que están en estrellas de distinta antigüedad, puede ver si las condiciones de los planetas cambian con la edad. Es como ver una película de nuestro planeta Tierra, pero una película cuyos actores son esas otras tierras, pilladas en distintas etapas evolutivas. Una máquina del tiempo".

Rebolo revela: "Estamos convencidos de que planetas como el nuestro tiene que haberlos, y muy numerosos. Todos los indicios apuntan a ello. Necesitamos las herramientas para examinarlos, porque vamos a comprender mucho mejor nuestro propio planeta, nos va la vida en ello. Para eso es la inversión en esos grandes telescopios. Cuando tengamos modelos complejos nos compararemos y sacaremos un beneficio incalculable para la humanidad", argumenta el científico.

Pero esa máquina del tiempo no servirá sólo para ir al futuro, sino al pasado. Y para saber cómo sería la vida extraterrestre. "Ahora estamos convencidos de que una atmósfera planetaria, que tiene cantidad apreciable de oxígeno, sólo y exclusivamente la puede mantener si tiene una actividad biológica, porque el oxígeno reacciona rápidamente con otros elementos químicos para ir a formar parte de minerales, carbonatos o silicatos, que inmediatamente retiran el oxígeno de la atmósfera y van a depositarse en la superficie. Para que se esté reponiendo ese ciclo necesitas un agente productor de oxígeno, que es la fotosíntesis de las plantas, las que causan el enriquecimiento del oxígeno. Cuando tengamos planetas donde podamos explicar cómo es la proporción de oxígeno frente a otros elementos y si existen mares en esos planetas o no, si tienen efecto invernadero o no... entenderemos también si tienen alguna actividad biológica y luego nos plantearemos en cuántos planetas podría haber indicios de actividad biológica y, por tanto, si la vida es un fenómeno común en el universo o si estaría restringida a nuestro sistema solar".

Rafael Rebolo sabe que la astronomía no le va a hacer rico, pero está convencido de que invertir en conocer cómo funciona el universo podrá evitar muchos errores en el futuro. "Estamos haciendo ciencia básica para aumentar el conocimiento de la humanidad". Así quizá, algún día, una bacteria nos salude desde el espacio.


Fuente: Diario de Las Palmas

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