Esta vez no hay un Arca de Noé, nos salvamos o perecemos todos


“El mercado no va a resolver la crisis ambiental”, dice el teólogo y ecologista Leonardo Boff, profesor de la brasileña Universidad del Estado de Río de Janeiro. La solución, insiste, está en la ética y en la batalla de los pueblos originarios para cambiar la relación con la naturaleza.

Boff, que enseña Ética, Filosofía de la Religión y ecología, es uno de los principales representantes de la Teología de la Liberación, corriente progresista de la Iglesia Católica en América Latina, ha escrito más de 60 libros y dedicó los últimos 20 años a promover el movimiento verde.

Fue uno de los 23 impulsores de la Carta de la Tierra en 2000 y, un año después, recibió el Right Livelihood Award, conocido como el Premio Nobel Alternativo, que se otorga a personalidades destacadas en la búsqueda de soluciones a los problemas globales más urgentes.

“Si no cambiamos, vamos al encuentro de lo peor… O nos salvamos o perecemos todos”, dijo Boff en una entrevista concedida a Tierramérica en la capital mexicana, tras asistir como observador a la 16 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 16), celebrada este mes en Cancún.

TIERRAMÉRICA: ¿Cómo evalúa la COP 16?

LEONARDO BOFF: Lo que predominó, salvado en los últimos dos días, fue una atmósfera de decepción, de fracaso. Pero sorprendentemente hubo tres convergencias: el compromiso de luchar para no llegar a (un aumento de la temperatura mundial de) dos grados; la creación del Fondo (Climático Verde) de 30.000 millones de dólares (para 2012) a fin de ayudar a los países más vulnerables, una señal de solidaridad interesante; y la creación de un gran fondo para la reducción de la deforestación y la degradación de los bosques, porque ahí está la causa principal de calentamiento global.

¿Cómo entender la posición de Bolivia, único país que no aceptó estos compromisos?

Bolivia parte de la tesis de que la Tierra es Pachamama, un organismo vivo que hay que respetar, cuidar, y no sólo explotar. Es una visión contraria a la dominante, que está en el marco de la economía: vender bonos de carbono, por ejemplo, que significa tener derecho a contaminar.

Las sociedades dominantes ven a la Tierra como un baúl de recursos que se pueden sacar infinitamente, aunque ahora hay que sacarlos con sustentabilidad, porque son escasos. No reconocen dignidad y derecho a los seres de la naturaleza, los ven como medios de producción y su relación es de utilidad. Esos son temas que no entran en Cancún ni en todas las COP.

¿Por qué tendrían que estar?

Porque el sistema que ha creado el problema no nos va a sacar de él. Si cada país tiene que crecer un poco al año y al hacerlo degrada la naturaleza y acrecienta el calentamiento, entonces, ese sistema es hostil a la vida.

El argumento es que es necesario para el desarrollo...

¿Crecer significa qué? ¿Explotar la naturaleza? Exactamente ese tipo de crecimiento y desarrollo puede llevarnos a un abismo, porque los seres humanos estamos consumiendo 30 por ciento más de lo que la Tierra puede reponer.

Ahí está el círculo vicioso. China no puede contaminar 30 por ciento, como contamina, porque la contaminación no se queda en China, entra al sistema global.

El problema es la relación del ser humano con la Tierra, porque es violenta, de puño cerrado… Mientras no cambiemos eso, vamos al encuentro de lo peor. Y esta vez no hay un Arca de Noé. Nos salvamos o perecemos todos.

¿Tan grave es?

Hay regiones del mundo que han cambiado tanto que ya se hacen inhabitables. Por eso hay 60 millones de desplazados en África y el sudeste de Asia, que son los más afectados y los que menos contaminan. Si no lo paramos, en los próximos cinco o siete años serán como 100 millones de refugiados climáticos, y eso va a crear un problema político.

¿Cuál es el papel de América Latina?

LB: Es el continente que más posibilidades tiene de una contribución positiva a la crisis ecológica: tiene los más grandes bosques húmedos y reservorios de agua, la más grande biodiversidad y tal vez las extensiones más grandes para cosechas.

Pero todavía hay una insuficiente conciencia ecológica en gran parte de la población. Y, por otra parte, hay una invasión muy riesgosa de grandes empresas que se están apropiando de vastas regiones. Es una apropiación de bienes comunes en función de beneficios particulares.

En Argentina, Brasil, Chile, Venezuela, de a poco se están dando cuenta del juego nuevo del capital: una gran concentración de medios de vida para garantizar el futuro del sistema.

¿Qué opciones hay?

Tenemos fondos y tecnología, pero nos faltan la voluntad política y la sensibilidad con la naturaleza y la humanidad sufriente. Eso hay que rescatar. Y junto con la ética del cuidado va la ética de la cooperación. Ahora se impone la cooperación de todos con todos.

¿Es posible? ¿Qué hay que hacer?

Hay movimientos, especialmente en grupos que ven que sus tierras son divididas, como La Vía Campesina y los Sin Tierra de Brasil. Y los indígenas, que no ven a la Tierra solo como un instrumento de producción, sino como una extensión de su cuerpo, y la necesitan para garantizar su identidad.

Estamos buscando el equilibrio y esa es la tarea colectiva de la humanidad que el mercado y la economía no van a resolver. Cada uno tiene que hacer su parte, ser más con menos, tener un sentido de la justa medida. El problema no es de dinero.

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