Chávez llegó a la revolución para quedarse

Ya hay gente de la oposición venezolana planteando que si Chávez no venciera a la enfermedad, quien debiera ocupar la Presidencia es el derrotado candidato Capriles.
Su lógica democrática suele tener la misma consistencia que su interés por los pobres antes de que Chávez llegara.
También están los que creen que pueden ir sin más a los militares a invitarles a dar un paso fuera de la Constitución.

Olvidan que en los cuarteles venezolanos ya no cuelgan escenas de West Point ni imágenes de marines matando vietnamitas, sino retratos de Bolívar o del Che Guevara.

Otros andan enredando a ver si logran que alguien cercano al Presidente dé un paso a favor de la oposición, volviendo a olvidar que si hay ahora un mandato trascendente en Venezuela es la petición de unidad lanzada por el Presidente camino de la mesa de operaciones.

Como siempre, ahí están los medios de comunicación (el 80%, conviene saberlo, en manos de los enemigos del proceso), jugando a ser el principal partido de una oposición cuyo único acuerdo es sacar a Chávez del Palacio de Miraflores.

La enfermedad del Presidente dibuja hoy una sonrisa en sus rostros de buenos católicos, apostólicos y romanos -aunque vista su probada necrofilia podríamos jugar con las palabras-, convencidos de que después de decenios dándolo por desaparecido, alguna vez tendrá que ser verdad.

Ayer intentaron hacer de un mensaje en Twitter un evento mundial. La cercanía de las Navidades aviva su amor. Pero su apuesta, #RIPChávez, se quedó a decenas de miles de puestos de distancia de #BuenaVibraPaChávez, quedando claro que ni se asoman a saber que lo que tiene Chávez con su pueblo es la relación que tienen los que han salido juntos del agujero y nunca se han traicionado.

Cuando crees que el poder te pertenece por nacimiento, nunca te acostumbras a ver a otro en la silla presidencial. Y si la ira te confunde, el juicio se te nubla. Se lo dice constantemente la embajada norteamericana, pero no les entra.

Desde el Gobierno bolivariano, estas estrategias no son nuevas. “No jueguen con el amor de un pueblo. Y menos con el amor de un pueblo que fue maltratado durante muchos años (…) Oposición: tengan mucho cuidado con lo que hacen”.

La advertencia es de Diosdado Cabello, Presidente de la Asamblea Nacional y persona con un gran ascendiente entre los militares venezolanos.

Desde que apareció Chávez, la desesperada oposición no ha dudado en cada momento, en usar cualquier estrategia para intentar ganar fuera de las urnas lo que no ha estado en condiciones de ganar en las elecciones más limpias y transparentes de América Latina (como han reconocido los Presidentes de los Tribunales Electorales de América Latina o el estadounidense Centro Carter).

No es un atributo exclusivo de la derecha venezolana (recordemos los golpes de Estado de Franco, Pinochet, Videla; la caza de brujas de McCarthy para intentar acabar con los demócratas en los EEUU; el papel de la Contra en Nicaragua; la guerra sucia, incluso, contra Felipe González -que en el fondo era uno de los suyos-, y un largo etcétera), pero en la patria de Bolívar exageran.

Allí han probado, sin éxito, todos y cada uno de los métodos que a lo largo de la historia latinoamericana han servido para sacar del Gobierno a los Presidentes desobedientes con los mandatos históricos de eso que antes de la caída del Muro de Berlín se llamaba imperialismo. Y es en ese fracaso donde nació la comunión de Chávez con su pueblo.

Con su enfermedad, Chávez no ha hecho como Mitterrand -quien ocultó su dolencia al pueblo de Francia-, sino que, muy al contrario, se presentó a las elecciones haciendo saber que estaba golpeado por el cáncer. El pueblo le dio un espectacular apoyo, y con una participación histórica del 80,48%, le sacó 11 puntos de ventaja a su opositor (18.854.935 votos frente a 15.176.253).

Obama le sacó a Romney 3,4 puntos. Los intentos de la oposición de olvidar ese resultado no ayudan a nadie. En especial a ellos. Pero sólo se miran en el espejo de los medios de comunicación a los que financian.

Pero la reaparición de células malignas en el mismo lugar de anteriores operaciones, no puede ignorarse. Chávez, en un acto de urgencia, señaló a Nicolás Maduro, actual Canciller y Vicepresidente, como la persona que debiera hacerse cargo de las riendas del proceso revolucionario en caso de que un fatal desenlace le impidiera tomar posesión en enero.

El artículo 233 de la Constitución es claro en su párrafo segundo: “Cuando se produzca la falta absoluta del Presidente electo o Presidenta electa antes de tomar posesión, se procederá a una nueva elección universal, directa y secreta dentro de los treinta días consecutivos siguientes. Mientras se elige y toma posesión el nuevo Presidente o la nueva Presidenta, se encargará de la Presidencia de la República el Presidente o Presidenta de la Asamblea Nacional”.

Chávez, como en tantas otras veces, ha pensado más en Venezuela que en su suerte personal. Hay decisiones que podrían haber encontrado más fluidez con mayores plazos, pero es indudable que ajustar los resortes de un país en la mira de los Estados Unidos no es tarea sencilla.

Hoy podemos pensar que hubiera sido bueno un menor esfuerzo suyo en la campaña, pero también sabemos que eso sólo es una opción cuando lo que cuenta es tu salud y no la del país.

El mensaje de Chávez, acompañado de los rostros abatidos de su Gobierno, propios de una última cena, han tenido el efecto demoledor de quien piensa en términos de historia.

Chávez, a quien quiso escuchar, dijo: “entro en la sala de operaciones pero no sé si saldré de ella. Quiero que el proceso hacia el socialismo siga su rumbo. Y la persona adecuada para lograrlo es Nicolás. Quiero que todo el pueblo, militares, partidos, consejos comunales, funcionarios, Gobierno den un ejemplo de unidad en torno al Vicepresidente en caso de que haya elecciones y yo ya no esté. Voy a luchar por regresar, pero si no fuera el caso, tienen ustedes claro mi deseo”.

Orden constitucional garantizado

Sólo los que llevan años deseando o buscando la muerte de Chávez están adelantando análisis. No hay mayor bondad en pretender dar por hecho lo que no ha sucedido. ¿Qué puede decirse entonces?

El orden constitucional en Venezuela está garantizado. Los criterios jurídicos vinculados a la ausencia del Presidente son meridianos y el apoyo tanto del pueblo como del ejército a ese orden constitucional, no tiene la mínima fisura.

No hay ninguna razón, salvo las malas intenciones, para cuestionar lo que queda bien reglamentado en el orden legal venezolano. Además de que sigue siendo cierto que lo mejor que le puede pasar a Venezuela y a América Latina es que el 10 de enero Hugo Chávez tome posesión de su cargo como Presidente.

En los días que transcurran hasta la operación del Presidente, pareciera sensato legitimar políticamente la opción por Nicolás Maduro expresada por Chávez.

Para ello, deben ponerse en marcha los órganos políticos dispuestos al respecto (especialmente, el Partido Socialista Unido de Venezuela, pero sin olvidar a las demás fuerzas que apoyan el proceso).

El carisma del Presidente Chávez sirve para trasladar su compromiso con la Venezuela socialista a Maduro, como ocurriera con Lula y Dilma Russeff. Conviene, por tanto, respetar los procedimientos correspondientes, aún más cuando Maduro viene perfilándose desde hace tiempo como el sucesor natural de Chávez.

La figura de Nicolás Maduro ha experimentado en los últimos años un enorme crecimiento político -como ha ocurrido con Evo Morales, con Rafael Correa o con Cristina Fernández-. En cualquier caso, los escenarios que podrían abrirse con la ausencia de Chávez del primer plano de la escena política le obligan a dilucidar algunos aspectos importantes que Chávez ha solventado con su enorme prestigio personal.

En primer lugar, debe dejar claros los cauces por donde discurrirá la unión cívico-militar (que es un rasgo distintivo de la Venezuela bolivariana).

En segundo lugar, sería importante una reconfiguración del PSUV de manera que las diferentes sensibilidades que siempre existen en todo proyecto político -y que en ausencia de Chávez cobrarán fuerza- encuentren su espacio de expresión.

En tercer lugar, hay que dedicar muchos esfuerzos a la puesta en marcha del nuevo plan socialista (con el que se ganaron las elecciones) dando prioridad a las exigencias populares, ahondando en la eficacia gubernamental y permitiendo que los problemas existentes encuentren espacios públicos de expresión para que se conviertan en formas populares de evaluación de las políticas públicas (ahí está una de las garantías de la unidad popular).

Por último -y en eso Maduro tiene mucho camino andado- es esencial que las diferentes formas de integración regional sigan avanzando. El continente latinoamericano le debe a Chávez tener hoy la mayor integración de toda su historia. La ALBA, el Mercosur, la CELAC son espacios que, lejos de detenerse, deben ahondarse.

Todos estos asuntos tienen el sello de Chávez. Por eso Chávez llegó para quedarse. Hay líderes que marcan la historia. Y esos, por más esfuerzos que hagan, no se mueren nunca.

Sea cual sea el desenlace físico -siendo el mejor, ver a Chávez ceñirse la faja presidencial el entrante 2013-, corresponde a todas y todos los venezolanos hacer un esfuerzo similar al de 2002.


Chávez ha hecho lo más difícil. Venezuela ahora tiene patria. Pero los enemigos siguen acechando. Es ahora, más que nunca, cuando Chávez y el pueblo tienen que ser lo mismo.


Un pueblo que convierta su tristeza en herramienta política para ahondar en la transformación socialista de Venezuela contra todos los vientos del neoliberalismo. Esos de los que se liberó y que ahora está empezando a conocer la vieja Europa.

Juan Carlos Monedero
Via: LibreRed

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